Habría muchas cosas que destacar de una gala tan descafeinada, como por ejemplo la clara devaluación del producto GH para la cadena amiga que ha quedado confirmada con un programa final insulso, lento, con mucho vídeo repe y poca emoción, pero entre todas la que más ha resaltado ha sido la de siempre: la brillantez de su presentador.
Brillantez, no por su trabajo, si no por el simple hecho de querer brillar en la gala de la «liturgia», como siempre ha denominado Mercedes Milá a las finales de GH, donde quienes deben brillar para cualquier seguidor del reality son la ganadora, sea flamante o no, los otros 2 finalistas, el resto de concursantes y hacer un buen homenaje a la edición. Pero nada de eso.
Los brillos del presentador «full time» han sido las 2 menciones a sus próximas funciones en Valencia, una de ellas minutos antes de decir el nombre de Bea, la ganadora, por si todavía queda alguien de los 47 millones de españoles que somos en saberlo, ni una sola enhorabuena a ninguno de los finalistas ni ganadora, sobredosis de aleccionamiento a los grandes hermanos y bronquita con Clarita que le ha venido al pelo para destacarse todavía más si cabe, y autoproclamarse como eminencia de la profesión por sus 30 años en los medios.
Y como está encantado de conocerse, en la despedida no se ha resistido a quedar por encima de los allí presentes, diciéndoles prácticamente que pese a haber sufrido en plató lidiando con ellos, querría seguir en próximas ediciones. ¿Ellos no te han sufrido también a ti durante estos 3 largos meses, Jorge Javier? Es más, ¿tendremos que sufrirte de nuevo en GH18?